Atención selectiva

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Patricia Lanza

 

Para la Psicología, la atención es una cualidad de la percepción que básicamente lo que hace es filtrar los estímulos que nos rodean, priorizando entre ellos para decidir cuáles merecen un procesamiento más profundo. De esta manera, nuestro cerebro, incapaz de atender a todo lo que le rodea, puede elegir en qué focalizarse y qué ignorar asegurándose que va a poder responder adecuadamente a lo que, aparentemente, sería más importante.

¿Qué características hacen que se preste o no atención a un estímulo? Principalmente se atiende a un estímulo en función de criterios externos (del estímulo y la situación) e internos (de la persona).

Externos:

  • La intensidad/tamaño: cuanto más intenso o grande es un estímulo, más fácil es que le prestemos atención. Un ruido alto, un anuncio de medidas desproporcionadas, un cartel de colores chillones...
  • La repetición: aunque el estímulo sea más débil, si se repite constantemente también acabaremos atendiéndole.
  • El movimiento: el movimiento tiende a captar la atención. Por eso, ahora casi todos los anuncios en Internet no paran quietos.
  • El contraste: que puede ser tanto por aparición (algo que sobresale del resto) o por eliminación (por ejemplo, cuando en la televisión un anuncio se basa en el silencio, nos extraña y acabamos mirando la pantalla a la que no estábamos haciendo ni caso para ver qué sucede).
  • El cambio: cuando un estímulo se presenta ante nosotros mucho tiempo de igual manera (aunque lleve implícita alguna o varias de las características anteriores) al final va a causar agotamiento y dejaremos de atenderle. Por el contrario, el más mínimo cambio en una situación estable, nos llama la atención.

Internos:

  • Las emociones: nuestro estado emocional funciona como un filtro que nos facilita o impide percibir determinado estímulos. Así, por ejemplo, las personas con depresión tienen una percepción selectiva, que hace que apenas se enteren de lo bueno que sucede a su alrededor.
  • La situación del organismo: el sueño, el hambre, la ingesta de fármacos o estupefacientes... El estado de nuestro cuerpo facilitará o minará la posibilidad de que se perciban determinados estímulos.
  • Los intereses personales: cualquier cosa que me interese en un momento concreto hará que la información relacionada con ello se perciba con rapidez. Por eso las embarazadas ven más mujeres embarazadas que nadie, las personas que quieren comprarse un modelo de coche no pararán de verlo por la calle...

Así que, en función de todas estas cosas, podemos tener algo delante de nuestras mismísimas narices, pero ni verlo.

Y así es. Eso nos ha pasado, por ejemplo, con la pobreza y miseria ajena. Lamentablemente, tan habitual, que ya no supone una novedad. En la calle hay tantas otras cosas a las que prestar atención (los anuncios, el móvil, los coches, otros viandantes con los que no queremos chocar...). No nos interesa, estamos tan curtidos que ya no provoca en nosotros emoción ninguna. Un indigente queda tan camuflado en la inmensidad de estímulos que nos llegan que no tiene ni intensidad ni contraste para llamar la atención. No es nuevo, no es interesante.

Por eso algunos buscan llamar la atención sobre esta lacra como pueden. Buscan que estos estímulos recobren relevancia en nuestro procesamiento. Que volvamos a fijarnos en el problema y nos movamos.

El siguiente vídeo es un experimento. Un hombre cartel en Londres se dedica a gritar "Fuck the poor" (podríamos traducirlo como "Jode al pobre"). De todo, menos políticamente correcto. Así que la gente, que pasaba distraída, sin mirar ni atender, cogiendo el folleto que el hombre reparte con intención de ignorarlo, de pronto cae en la cuenta de lo que está diciendo. Lee el folleto... no lo puede creer. Se siente ofendida. ¡Cómo se puede decir eso! ¿Está loco? Se vuelven donde el hombre, le increpan. ¡Le atienden! Hasta un policía le reprende. Por fin prestan atención al mensaje. Se centran en el problema.

Un gran contraste con la segunda parte en la que el mismo hombre, con el mismo cartel pero un mensaje distinto ("Ayuda al pobre"), pero mucho más manido, es totalmente ignorado por los viandantes.

Y es que a veces el problema no es que las cosas no nos importen, es que en muchos casos a duras penas las procesamos. Quizás ser conscientes de ello nos ayude a volver a centrarnos en lo realmente importante.

 

 

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