El síndrome del espejo

"No debemos olvidar que lo que el espejo nos ofrece no es otra cosa que la imagen más fiel y al mismo tiempo más extraña de nuestra propia realidad". Ana María Matute

 

 

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Patricia Lanza

 

"La imagen que ves en el espejo cuando te miras no eres tú, es como un doble de ti. De hecho, si te fijas, verás que tu imagen está invertida. Luego si esa persona no es del todo tú, quizá puedas hablar con ella".

 

Así comienza Jesús J. de la Gándara, psiquiatra y escritor, su post sobre el "síndrome del espejo". Según él mismo lo define el "síndrome del espejo" es el cúmulo de sufrimientos y enfermedades que se derivan de la distorsión de nuestra propia imagen contra la imagen pública, la aprobación o la crítica, que tenemos de nosotros mismos.

Como ya vimos en el post "Por tu físico te conoceré" en nuestra sociedad es habitual asociar belleza y bondad. Pero la belleza también se asocia al rango social, al éxito, a la juventud, a la salud...

De este modo, la belleza se convierte en una cualidad altamente deseada por la mayoría de las personas. Pero en una sociedad también acostumbrada a que casi todo se compra y que no sólo casi todo se puede comprar, sino que además hay que acumular mucho de todo, no poder adquirir esa belleza como cualquier otro bien, genera más de un disgusto.

De ese deseo de ser bellos se derivan los trastornos de la conducta alimentaria y las enfermedades de la autoimagen. Anorexia, bulimia, vigorexia, adicción a las operaciones estéticas, dismorfofobia... Distintas formas de obsesión por el físico con consecuencias fatales. Sin llegar a esos límites, cuántos de nosotros sentimos malestar y frustración por nuestra imagen física, en muchos casos bastante alejada (o no tanto) de nuestra imagen ideal.

Pero la culpa no es del espejo. Ni siquiera del ojo que mira. Porque en la mayoría de los casos, no hay una grave distorsión sobre lo que vemos. Lo que hay es una autocrítica destructiva. La distorsión está en los valores, no en la imagen.

Así que en lugar de culpar al espejo, sigamos algunos de los consejos de Jesús de la Gándara para encontrarnos mejor.

Y recuerda que estos consejos no sólo aplican al aspecto físico. Sino a toda nuestra autoimagen en general. Fuente de toda clase de frustraciones y complejos, la excesiva autocrítica, el deseo constante de agradar, de obtener el beneplácito de los demás, su aprobación y, aún más, su admiración, sólo puede conllevar consecuencias negativas.

  • Conócete a ti mismo: aprende a mirarte con objetividad. Cuanto mejor te conozcas más herramientas tendrás para alcanzar el equilibrio interno.

Tu espejo es tan listo como lo seas tú. Aprende a mirarte inteligentemente, y tu espejo será sabio y justo.

  • Sé generosamente egoísta: sabemos que las neuronas espejo son las que se activan para reconocer y comprender las reacciones emocionales de otros, es decir, las que nos permiten ser empáticos. Pues utilicemos esas mismas neuronas para practicar la empatía con la persona que vemos en el espejo: nosotros mismos. Podemos ser autoexigentes, pero con compasión, tolerancia y autoaceptación.

Aprende a ser bondadoso, comprensivo y empático con esa persona que ves cuando te miras al espejo, y te sentirás mucho mejor.

  • Nada en exceso: ni una parte es el todo (tener tripa no significa estar gordo, ser feo...) ni nos podemos obsesionar con los extremos (ejercicio excesivo, dieta rígida...). La gran frase de Aristóteles siempre viene al caso:

Sé mesurado, pero no aburrido; practica la higiene, pero no te esclavices a ella; haz ejercicio, pero no te agotes; mírate al espejo, pero no te escrutes hasta los mínimos detalles, y te verás mejor.

  • Aprende a reírte de ti mismo: para casi todo, el sentido del humor resulta una buena receta. Aquí no va a ser menos:

Aprende a pasar tus asuntos estéticos por el filtro del buen humor, y piensa, como Tomás Moro, que: "Bienaventurados los que saben reírse de sí mismos, porque tendrán diversión para rato".

 

 

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