Sobreviviéndonos a nosotros mismos

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David Fernández

 

"Vivir en los corazones que dejamos atrás, no es morir".

Thomas Campbell, poeta escocés

 

Se suele decir que cuando muere un cantante, un pintor o un actor, no mueren totalmente, ya que sus obras persisten y les sobreviven, perpetuando la idea de que mientras alguien te recuerde, serás inmortal.

Más allá de artistas y celebridades, en mayor o menor medida, todos dejamos una huella en el mundo, pequeñas pruebas de nuestro paso por el, gente que conocemos y nuestras relaciones con ellos, nuestro trabajo, nuestras aficiones y quizás la parte más novedosa que ha aparecido en los últimos años: nuestra huella digital.

La huella digital no es solo el rastro que dejamos al navegar por Internet, es la suma de lo que nosotros publicamos en las redes sociales, lo que compartimos e incluso lo que otros publican sobre nosotros.

La cantidad de información que dejamos al cabo del día es abrumadora: nuestras búsquedas por internet o los productos que hemos comprado pueden decir mucho acerca de nuestros gustos. Nuestra manera de expresarnos, nuestros intereses, las relaciones personales que mantenemos e incluso nuestro sentido del humor quedan retratados en cada tweet, cada mensaje de whatsapp o cada video que hayamos grabado.

Esta enorme cantidad de datos es una buena forma de poder conocernos, pero ¿es posible que la suma de todos ellos fuese reunida en un disco duro y nos representase virtual y completamente como individuo?

La ciencia ficción, que siempre ha especulado sobre los límites de la creación de una inteligencia artificial, también ha fabulado en muchas ocasiones sobre la posibilidad de transferir la consciencia humana de un cuerpo a otro o incluso de mantenerla viva dentro de una máquina.

 

 

 

Un ejemplo de ello es la serie "Black Mirror" de Netflix. En uno de sus episodios: "Be Right Back" (vuelvo enseguida), la protagonista es una viuda que, tras perder a su marido en un accidente de tráfico, decide traerlo de vuelta mediante un robot de idéntico aspecto al fallecido y que a través de los datos obtenidos en sus redes sociales consigue darle vida, actuar y responder tal y como lo haría su marido.

Aunque parece algo ajeno a la realidad, actualmente, un grupo de científicos en Suecia trabajan en un proyecto similar. Para ello han contado con la ayuda de agencias funerarias que les permitan contactar con posibles voluntarios. Estos les permitirían recolectar todos los datos necesarios para replicar su consciencia a través de una tecnología similar a la propuesta en la serie de televisión.

Más allá del posible debate moral que podría desencadenar, lo que hoy parece un proyecto de locos, solo digno de una novela futurista, quizás el tiempo pueda convertirlo en algo real y haga que dentro de muchos años quede tras nosotros algo más que un cuadro, una canción o un poema: una copia digital nuestra que nos sobreviva y se haga eterna.

 

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