Confieso: yo procrastino

La capacidad innata de dejar de hacer lo importante para dedicarnos a las cosas más absurdas que se nos ocurran.

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Patricia Lanza

Sí, lo confieso: yo procrastino. Lo he hecho siempre. Fui totalmente consciente de ello cuando llegaban los exámenes de junio. Era justo cuando me tenía que poner a estudiar cuando el orden y la limpieza se convertían, curiosamente en una prioridad ineludible.

Porque eso diferencia a un procrastinador de un simple holgazán. El procrastinador sabe que tiene hacer otra cosa, que tiene unos deberes, pero es capaz de encontrar cualquier excusa o entretenerse en cualquier tarea más o menos absurda, posponiendo hasta el límite el cumplimiento de sus obligaciones. Esta desazón por saber que no estamos haciendo lo que deberíamos crea una angustia y un sentimiento de culpa que el holgazán no experimenta. Pero, ¿quién puede evitar la imperiosa necesidad de ordenar los libros por colores cuando tenemos que terminar un informe?

En general, la procrastinación es leve y casi todos la sufrimos en mayor o menor grado, sin que llegue a ser un problema serio. De hecho, dejar todo para el final es casi un deporte nacional, que empezamos a entrenar desde el colegio. Así, si un profesor nos dice en octubre que tendremos que entregar un trabajo antes de las vacaciones de Navidad, seguro que nadie escribirá una frase hasta, por lo menos, pasada la fiesta de la Constitución.

Efectivamente, somos muchos los procrastinadores. Un estudio de Joseph Ferrari, de la Universidad de Paul (Chicago, EEUU), dice que el 20-25% de la población es procrastinadora (pocos me parecen a mí). Si nos fijamos en los estudiantes, el porcentaje sube hasta el 90%.

La infinidad de distracciones que existen, sobre todo en el puesto de trabajo actual, con la disponibilidad de Internet, el correo electrónico, etc., favorecen que encontremos mil cosas para aplazar nuestras tareas. Tal es así, que hasta se ha acuñado un nombre para la procrastinación asociada a Internet: intercrastinación.

Visto esto, ¿cuál es el problema? ¿Por qué buscamos cualquier cosa para hacer antes que lo que debemos? Se pueden identificar, fundamentalmente, dos aspectos que influyen en la procrastinación:

  • La motivación: si lo que nos mueve es la motivación extrínseca, si dependemos del exterior para hacer las cosas y los refuerzos, además, se aplazan mucho en el tiempo, será más fácil que sintamos la necesidad de procrastinar. La motivación intrínseca y la capacidad para demorar los premios, por el contrario, están relacionados con una mayor capacidad para cumplir sus deberes, sin entretenerse en otras tareas secundarias.

 

  • La capacidad de planificación también es una herramienta contra la procrastinación. Ser capaces de dividir una tarea en pequeños pasos y reforzarnos según vamos consiguiendo esas metas más cortas, nos ayuda a conseguir un mayor control.

Somos muchos los procrastinadores, así que aquí os dejo un vídeo que lo demuestra.

 

 

 

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