Cuando las gotas desbordan el vaso

"A veces la vida escupe coincidencias que ningún escritor de ficción se atrevería a copiar". (Stephen King)

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Patricia Lanza

 

Hace unos cuantos años (12 para ser exactos) la película "Un día de furia" nos mostraba cómo una persona al borde de su capacidad de aguante "explotaba" con la última gota que caía sobre su vaso. Un simple atasco servía de disparador de una serie de acontecimientos en los que su agresividad iba en aumento hasta límites que, a primera vista, parecían exagerados. "Los americanos, como siempre, dando rienda suelta a su violenta imaginación", pensamos todos.

Recientemente, otra película, esta vez argentina ("Relatos salvajes"), muestra otra serie de situaciones en las que las personas no aguantan más y "rompen". Situaciones aparentemente nimias acaban teniendo como consecuencia una escalada de violencia que también puede parecer a simple vista exagerada.

El problema surge cuando nos damos cuenta que la realidad no se diferencia tanto de esa ficción. En el estreno de "Relatos salvajes" en Londres los cines se comprometieron a devolver el dinero a las personas que hubieran comprado las entradas con antelación y no se sintieran capaces de ver la película. El aviso: "Material sensible, devolvemos el dinero", lo decía todo. ¿Por qué? Porque una de las historias que se mostraban en la película se asemejaba demasiado a la desgracia ocurrida unos días antes con el avión de Germanwings.

Esta misma semana otra persona, un adolescente de 13 años también "se rompió" y entró en su escuela con una ballesta y un machete, matando a un profesor e hiriendo a más personas. Lo habíamos visto en Estados Unidos más frecuentemente de lo que querríamos. Pero no es el único caso. Un hombre estrella su coche contra la sede de un partido, un joven entra en una universidad armado hasta los dientes disparando a todos, un piloto estrella un avión con más de 200 pasajeros... Las historias se suceden y en casi todos los casos se atribuyen a brotes psicóticos.

La psicosis es un trastorno psicológico que se define básicamente por la ruptura con la realidad. Las percepciones distorsionadas de la realidad (alucinaciones) llevan a la persona a generar ideas y estados de ánimo que nada tienen que ver con lo que realmente está sucediendo.

Solemos creer que son cosas que les ocurren a personas enfermas, con algún tipo de predisposición. De hecho, no se sabe a ciencia cierta cuál es la causa. Lo que sí se sabe es que el estrés favorece la aparición de los brotes en esas personas que parecen tener alguna predisposición. Pero, ¿quién más y quién menos no ha presenciado o sufrido algún tipo de "psicosis"? No a estos niveles, desde luego, pero, ¿quién no ha respondido de forma desproporcionada a alguna situación, dejando perplejas a las personas de alrededor, que no acaban de entender semejante reacción por tan poca cosa? ¿No es en el fondo eso también una forma de ruptura con la realidad, una forma leve de psicosis? Seguro que alguno lo ha pensado cuando nos ha visto alguna reacción que aparentemente no veía a cuento. Yo, personalmente, me he tenido que disculpar más de una vez por algún exabrupto que ha pagado la persona menos indicada sólo porque, sin saberlo, acababa de verter la última gota en mi vaso. Y sin entender nada (porque objetivamente la situación no era para tanto), se convertía en el receptor de toda la ira, la frustración, el estrés... acumulados.

Y cuando lo analizas en tu pequeña escala (o en la gran escala que aparece en los medios) te das cuenta que algo estamos haciendo mal. Muy mal. Porque esas personas que salen en las noticias son las mismas que se definen por sus vecinos y conocidos como "gente normal".

Así que más allá de la gestión personal del estrés (que a juzgar por la cantidad de posts que le llevamos dedicados nosotros, y de lo que también se habla a diario), habría que analizar qué cambios sería necesario hacer en la sociedad en la que vivimos, que hace cada vez más personas "rompan" con la realidad. Sea a pequeña escala, con un insulto, una mala respuesta o una mala cara, o mucho peor aún, acabando en las noticias, los vasos están cada vez más llenos y las posibilidades de que rebosen de la peor forma son cada vez mayores. Es verdad que por suerte no todos vamos a acabar como titular de los periódicos pero, ¿dónde está nuestro límite? ¿Hasta dónde aguantamos sin romper? ¿Por qué forzar tanto el carro?

 

 

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