¿Somos malos o buenos por naturaleza?

Esta pregunta no tiene una respuesta sencilla. Estamos seguros de lo que haríamos en una situación en la que nos plantean un dilema moral, en la que tendremos que optar entre distintas posibilidades que, de una u otra forma, pueden producir una situación censurable desde el punto de vista ético.

 

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Nuria Fernández López

La pasada semana se emitía un programa liderado por Jon Sistiaga en el que se exploraban los límites de la maldad humana.

El concepto ya en sí mismo, teniendo en cuenta el mundo en el que vivimos, con malos de distintas naturalezas por doquier, resulta bastante atractivo.

Aunque es un hecho que la maldad forma parte de la condición humana, en dicho programa se trata de dar respuesta a cuestiones tan complejas como: ¿Existe un gen de la maldad? ¿Los malos nacen o se hacen?. Se plantean preguntas muy interesantes y que en algún momento seguro todos nos hemos hecho. ¿De qué está hecho un malo? ¿Cómo alguien se convierte en una mala persona? ¿Todos seríamos capaces de matar en una situación determinada?

La respuesta a preguntas tan complejas, al igual que en otras condiciones de la vida, está matizada por múltiples variables, no obstante, parece que si pueden existir personas con una cierta predisposición a la maldad, aunque esta no sería una condición determinante, según la psiquiatra Lola Morón. Que afirma que no existe un determinismo absoluto. Existe una combinación de predisposición y circunstancias vitales.

Plantea una idea muy interesante y que ya hemos comentado en alguna ocasión, la de que todos necesitamos sentirnos buenas personas, y sería muy difícil convivir con la idea contraria, por tanto, en el caso de que comentamos actos que podamos englobar dentro de la maldad, lo que hacemos es reconstruir nuestra historia para justificar dichas acciones, independientemente de la magnitud de estas. Hasta los malos malísimos, son capaces de justificar sus actos.

Otra cuestión muy interesante es la de que hay una cierta maldad que es tolerada, que se permite, tendemos a difuminar la culpa de personas con las que nos identificamos, y lo que es peor, hay una cierta condescendencia con los actos malvados de personas que consideramos triunfadores.

El profesor Adolfo Tobeña, catedrático de psiquiatría, y con una gran trayectoria en la investigación en neurobiología de las emociones, plantea las siguiente terroríficas cuestiones, ¿podemos establecer un porcentaje de justos, de ciudadanos honestos? Según el profesor hay un 5% de personas que sistemáticamente se dedican a perjudicar, un 20% de personas que podrían considerarse como "los buenos", el porcentaje restante, o sea, el 75 % hace en función de lo que ve, se "apuntan" a lo que predomine, si predomina lo bueno a lo bueno, y si predomina lo malo a lo malo.

El profesor Tobeña responde a la pregunta: ¿Los malos nacen o se hacen? " La inmensa mayoría nacen. Todos los rasgos de la conducta humana -esto no es exclusivo de la maldad- tienen ingredientes de nacimiento, crecimiento y crianza. En el caso de la malignidad, los de nacimiento son muy potentes. También se puede llegar a ser instruido dentro de un gremio para ser malo, pero la mayoría viene de fábrica". Afirma que existen genes que inhabilitan para el dolor ajeno, para la agresividad, la irascibilidad, aunque no hay genes específicos para la "maldad" como tal.

Aunque afortunadamente matiza: "también influye la maduración del organismo. Y aunque tengamos una carga hereditaria fuerte, existen lo que llamamos grados de autonomía o grados de libertad, y el margen que estos dejan es muy considerable."

Este ha sido el primer programa de una serie que trata un tema bastante polémico y de gran calado. Haremos seguimiento.

 

 

Para cerrar planteamos, un experimento en el que se sitúa a las personas ante un dilema moral, donde se las obliga a tomar una decisión ante una situación en la que cualquiera de las opciones elegidas implica un grave daño para otros.

Estas en las vías del tren y a tu lado hay un desconocido, sabes que más adelante hay cinco personas que van a ser arroyadas por el tren. La única manera de detener el tren y salva a las cinco personas es arrojando del puente a ese desconocido. El dilema, por tanto, sacrificar una vida a cambio de cinco.

¿Qué harías? ¿Matarías a un inocente para salvar a cinco personas?. Decide....

Si tú decisión es arrojar a ese desconocido, perteneces al 30 % de personas que según los estudios sacrificarías a un inocente para salvar a cinco. O tal vez pertenezcas al 70 % que decide no hacer nada. Si es este el caso, los evaluadores externos juzgan como más confiables, más honestos a las personas que han optado por el segundo supuesto, porque son incapaces de matar, aunque paradójicamente son capaces de dejar morir.

Tampoco debemos perder de vista que los conceptos de bondad y maldad están condicionados por la cultura y época de las personas que la juzgan. Hoy día, en España, no se tolera prácticamente ningún tipo de asesinato, pero por ejemplo hace miles de años, en la antigua Roma, existían "los juegos", en donde no sólo se permitía a los gladiadores que se mataran entre ellos, sino que era un espectáculo admirado y valorado positivamente por gran parte de la población.

 

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