El agotamiento emocional

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Nuria Fernández López

El agotamiento emocional es un estado al que se llega por una sobrecarga de esfuerzo de muy distinta naturaleza: excesos laborales, responsabilidades, conflictos, etc.

A este estado se llega como consecuencia de un gran desequilibrio mantenido durante un tiempo variable entre las demandas recibidas y nuestras posibilidades de respuesta.

No es algo que surja de la noche a la mañana, sino que es consecuencia de un proceso que se va gestando, aunque puede haber una manifestación brusca, que vendría a ser como el punto de inflexión en donde nuestra capacidad de aguante se quiebra. A partir de aquí las manifestaciones pueden ser de distinto tipo dependiendo de cada persona. Enfermedades físicas, ansiedad, depresión, bloqueos, ira, etc. La manifestación más común y habitual es una sensación de no aguantar más y de no poder seguir hacia delante.

Normalmente solemos hacer oídos sordos a las manifestaciones que nuestro propio organismo nos envía como señal de alarma. Las ignoramos y seguimos adelante hasta el punto de ruptura.

Como ya sabemos que prevenir en la mejor de las intervenciones, es importante estar atento a esas señales de alarma.

  • Cansancio físico.
  • Insomnio.
  • Dar vueltas en la cabeza de tal forma que quedamos atrapados en una maraña de pensamientos negativos.
  • Hipersensibilidad e Irritabilidad. Todo nos molesta y nos enfadamos con relativa facilidad.
  • Desmotivación. Nos sentimos sin fuerzas, sin ganas, sin ilusión.
  • Aplanamiento emocional. Entramos como en una especie de letargo emocional.
  • Bloqueos y fallos en la memoria. Olvidamos cosas con bastante frecuencia y ante los problemas no somos capaces de ver soluciones, no nos sentimos con fuerza para poner nuestra cabeza en marcha.

Llegados a este punto ni que decir tiene, que en cuanto notemos alguno o varios de estos síntomas conviene poner el freno cuanto antes. No es un proceso que vaya a menos, sino que una vez que la bola empieza a rodar, lo más probable, es que se vaya a más. De lo contrario, más tarde o más temprano, será imposible seguir adelante.

Las soluciones irán siempre de la mano de poner en marcha comportamientos que nos ayuden a compensar las anteriores manifestaciones. Para ello conviene trabajar insistentemente en algunos de los básicos:

  • Buenos hábitos de alimentación, sueño y actividad física es la recomendación más repetida pero también la más básica, si esto falla, poco van a hacer las demás.
  • Trabajar en el ajuste de las exigencias, resultados, expectativas a los que nos sometemos, con relación a los tiempos, recursos, posibilidades.
  • Rebajar las obsesiones de perfección y cumplimiento.
  • Obligarnos a buscar momentos para la desconexión y empeñarnos si es necesario en dedicar tiempo a lo que nos desconecta.

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