Anulados por la tecnología

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Patricia Lanza

 

Seguramente conoces la historia de Carlos San Juan, un jubilado de 78 que ha comenzado una cruzada contra la falta de atención presencial en los bancos. La digitalización de las entidades bancarias ha supuesto una reducción importante en la plantilla que atiende presencialmente, obligando a que todos los usuarios tengamos que hacer uso de los sistemas digitales para realizar cualquier gestión. Si los que trabajamos con tecnología a veces nos las vemos negras cuando tenemos que utilizar una app o página web, ¿cómo se tienen que sentir las personas mayores que hasta ahora lo máximo que hacían era encender la televisión?

Carlos San Juan es médico. Trabajó en varios hospitales y fue vicepresidente de la Asociación de Urología de la Comunidad Valenciana y Murcia y profesor asociado de la Facultad de Medicina de la Universidad de Valencia. No podemos decir que sea alguien sin educación. Pero la tecnología, a su edad, le supera. Y eso, todos los que tenemos personas mayores cerca, lo podemos comprobar a diario. Lo que a nosotros nos parece sencillo para ellos se puede convertir en un mundo. Lo que a nosotros a veces nos supera, es simplemente imposible para ellos.

Pero no son solo los bancos. Las operadoras, la Administración pública, los servicios sanitarios... Cada vez son más las gestiones que solo se pueden realizar telemáticamente y, si existe la opción de realizarlo presencialmente, ésta conlleva múltiples dificultades (plazos de espera eternos, pocas ubicaciones físicas que implican largos desplazamientos, costes económicos añadidos...).

Aunque la pandemia ha obligado a muchas personas mayores a usar distintos dispositivos y aplicaciones para poder mantener una comunicación más fluida con sus familiares y amigos, la realidad es que la mayoría de ellos se enfrenta a la digitalización con temor y, sobre todo, con mucha incomprensión por parte de los más jóvenes y de las organizaciones.

Las dificultades que supone el uso de nuevas tecnologías y dispositivos digitales cuando se tiene una edad avanzada provienen de distintos aspectos:

  • Falta de conocimientos base: los que llevamos mucho tiempo utilizando las nuevas tecnologías (ya ni menciono a los nativos digitales) damos por hecho muchos conocimientos básicos que nos permiten operar con cierta soltura con ellas y afrontar con éxito el uso de cualquier novedad (actualizaciones, cambios de interfaz, nuevas aplicaciones, etc.). Pero las personas mayores desconocen en muchos casos acciones básicas que les impiden comprender e interactuar con la tecnología. Simplemente no saben lo que tienen que hacer y cuando vamos a explicárselo, usamos términos y llevamos a cabo procesos que no pueden comprender. Les hablamos "en chino".
  • Se pierde visión: se ve peor y, sin gafas y/o una buena iluminación, a lo mejor no se ve nada. Los dispositivos suelen tener una letra y unos iconos difíciles de distinguir.
  • La motricidad fina es más deficiente: pueden aparecer temblores o simplemente, dificultades para realizar movimientos muy concretos. Las pantallas táctiles o los ratones no se llevan bien con movimientos bruscos, torpes...
  • La capacidad para procesar la información se reduce: se necesita más tiempo para comprender, la atención se dispersa más fácilmente, es más complicado discriminar la información, se puede estar perdiendo lenguaje... Todo hace que aprender lleve más tiempo y esfuerzo.
  • La memoria falla: los nuevos aprendizajes no se fijan tan bien y si hay que realizar un proceso que no se hace habitualmente, es difícil recordar los pasos.
  • Mayores niveles de ansiedad: aunque se esté jubilado, la vida no es un remanso de paz. El enfrentamiento a nuevas situaciones, la conciencia de la pérdida de capacidades, el miedo que todo esto genera... provoca que los niveles de estrés sean altos y, con ello, exista un impulso a la evitación o, simplemente un bloqueo, cuando están ante los dispositivos.
  • Falta de motivación: la mayor parte de la gente mayor tiene aficiones e intereses que no conllevan el uso de nuevas tecnologías y, por ello, la motivación para su uso es nula. Por el contrario, las nuevas tecnologías les arrebatan situaciones que les eran positivas, como ese rato de charla con la persona que les atendía en el banco o en el centro de salud. La soledad es una gran plaga para las personas mayores que ahora no pueden siquiera hablar con una persona de carne y hueso cuando tienen que realizar una gestión.

Seguro que habéis vivido, os han contado o habéis leído en redes cada vez más habitualmente situaciones que hablan de personas mayores desesperadas, incluso llorando, porque no pueden realizar las tareas más simples de la vida diaria ya que implican el uso de máquinas o dispositivos que no saben manejar. Usar el trasporte público, hacer una compra, pedir una cita… Sea lo que sea, cada vez les supone más dificultades. Se les dice cosas como “Pídale a su hijo que se lo haga”, “Seguro que tiene algún familiar que pueda ayudarle”, “¿No tiene un nieto que se lo explique?”… Pues no, no todo el mundo tiene familiares que le ayuden o simplemente no pueden o no quieren estar dependiendo de ellos para todo.

La realidad es que la población envejece, la esperanza de vida aumenta y la tecnología cada día avanza más deprisa. Urge encontrar una solución a este problema que cada vez va a afectar a más personas y en más ámbitos. Dispositivos más sencillos, aplicaciones más amigables, mayores inversiones en atención personalizada para estos colectivos, formación adaptada a sus necesidades, mayor concienciación de la sociedad en general... Los frentes son muchos pero ganar la batalla es imprescindible.

 

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