Emperadores sin traje y otros cuentos no tan infantiles

Los cuentos infantiles nos previenen pero eso no evita que de adultos y en nuestra vida profesional acabemos manifestando muchos de esos defectos de los que nos habían hablado. Con las consecuencias que eso puede tener.

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Patricia Lanza

En el post anterior (Sara Carbonero se opera) mencioné el cuento del "Patito feo" cuando hablábamos sobre cómo de pequeños nos invitan a buscar la belleza en el interior de las personas.

Son muchos los cuentos infantiles que pretenden prevenirnos sobre los vicios y defectos del carácter que, a toda costa, debemos evitar. Por ejemplo; "Pinocho" y "Pedro y el lobo" nos advierte de los peligros de mentir, "Caperucita" nos alerta sobre los desconocidos, "Blancanieves" sobre cómo acaban los envidiosos, "La gallina de los huevos de oro" nos muestra lo que pasa cuando se es muy avaricioso...

Uno de mis preferidos es "El traje nuevo del Emperador", en el que vemos cómo la soberbia y la prepotencia pueden ponernos en evidencia. Y si por algo me gusta este cuento es porque, de todos los clásicos, este es uno de los que más habitualmente podemos ver representado a nuestro alrededor.

En los líderes, por ejemplo, se ha estudiado cómo un ego excesivo puede jugar un papel nefasto en las decisiones. Por ejemplo, los resultados de la investigación de Marcurn, Smith y Khalsa han puesto de manifiesto que un tercio de las decisiones en la empresa provienen del enfoque egocéntrico de un líder empeñado en llevar las riendas. Así, casi dos tercios de los directivos ni se plantean las opciones que les han propuesto otros, teniendo como consecuencia que un 60% de dichas decisiones tengan que ser desechadas o sean erróneas.

Pero a veces no son sólo los líderes lo que sufren este fenómeno. También las personas que los rodean, que como en el cuento, por miedo a las consecuencias no se atreven a advertir al Emperador de lo que está ocurriendo o, simplemente, que empeñadas en ser emperadores ellas mismas, sufren el mismo síndrome.

Entre las características de las personas que se dejan llevar por su ego, como nuestro Emperador, podemos destacar:

  • Una excesiva obsesión por la imagen y necesidad de protagonismo.
  • La incapacidad para ver la parte negativa en nosotros mientras que no tenemos dificultad en verla en los demás. Creemos que nuestros logros son enormes y así lo manifestamos a los que nos rodean. Los que hacen los demás, sin embargo, quedará minimizado.
  • En el fondo, la inseguridad es enorme, y el miedo a mostrar una limitación obliga a mantener a los demás a distancia o engañados. Esto evitará que aceptemos alternativas provenientes de otras personas.

Curiosamente, el estudio también revela que son las personas con un fuerte ego las que ascienden más rápido, ya que parecen ser un tanto maquiavélicos y manipuladores y su propia inseguridad les lleva a intentar demostrar a toda costa que son excelentes en su trabajo y harán lo posible por caer bien a las personas clave que pueden ayudarles en la escalada.

El problema de este ego es que lo que inicialmente es una fortaleza se acaba convirtiendo en una debilidad: la seguridad se torna en un falso sentido de infalibilidad, la agilidad en apresuramiento, el control en rigidez, la valentía en estupidez...

Así, el cuento puede acabar convirtiéndose en realidad. Y eso que ya estábamos prevenidos.

El problema es, quizás, que cuando somos pequeños somos demasiado inocentes como para pensar que eso alguna vez pueda ir con nosotros. A fin de cuentas, ¿quién puede ser tan vanidoso como para no darse cuenta de que está haciendo el mayor de los ridículos ante el resto del mundo? ¿Cómo alguien va a empeñarse en aparentar lo que no es?

Quizás debería ser ahora, de adultos, cuando dedicáramos un tiempo a leer con calma esos cuentos y reflexionar sobre ellos. Porque es, precisamente ahora, cuando "los defectos del alma" parece que se ceban en nosotros y cuando, paradójicamente, más ciegos estamos ante ellos. ¿O no estamos tan ciegos y simplemente los ignoramos porque nos gusta pensar que somos mejores personas de lo que, en realidad somos?

Lo que está claro es que, en muchos casos, podemos aprender mucho de los niños y mantener ese espíritu infantil que nos permite ver con más claridad puede hacernos mejores.

Ya en su día José Luis Bueno también utilizó el cuento del traje del Emperador para reflejar en un post otro aspecto habitual, el miedo a preguntar y quedar en ridículo ("El nuevo traje del emperador") En su post podéis leer el cuento completo si queréis recordarlo y hacer vuestras propias reflexiones.

 

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