Sabías que...?

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Para los españoles la celebración de Halloween es algo relativamente novedoso. No así en los países anglosajones, donde es una tradición. Tanto es así, que George Wolford, un psicólogo de la Universidad de Darthmouth junto a otros colegas ha investigado cómo afecta al nivel de felicidad de los niños la cantidad de dulces recibidos. Y los resultados son curiosos.

En el estudio que hicieron, algunos niños recibían sólo una chocolatina y otros, además de la chocolatina, un chicle. La lógica nos diría que los niños que recibieron más dulces se sentirían más felices, pero esto es lo que nos dice Wolford: "Aquellos niños que recibieron una chocolatina completa y en segundo lugar un chicle evaluaron su nivel de alegría por haber recibido estas chucherías más bajo que los que sólo recibieron la chocolatina".

Para poder entender esto es necesario remontarse a otro estudio anterior llevado a cabo por Daniel Kahneman en la Universidad de Princeton. Kahneman es un psicólogo ganador del premio Nobel de Economía por "haber integrado aspectos de la investigación psicológica en la ciencia económica especialmente en lo que respecta al juicio humano y la toma de decisiones bajo incertidumbre".

Este estudio, considerado por Kahneman como uno de sus favoritos, se trabajó con personas sometidas a uno de los procedimientos médicos más desagradables: una colonoscopia. Los pacientes estudiados se dividieron en dos grupos: los que fueron sometidos al procedimiento de colonoscopia habitual y otro grupo en el que el procedimiento inicial era igual pero, al finalizar, se les dejaba un poco más con el tubo en el cuerpo.

De nuevo, la lógica no nos sirve para predecir los resultados, porque cualquiera diría que la experiencia habría resultado más incómoda y dolorosa para el segundo grupo, pero eso no fue lo que encontró Kahneman. Por el contrario, fueron los pacientes que tuvieron más tiempo el tubo introducido los que manifestaron que la colonoscopia había ido mejor y, de hecho, fueron más propensos a seguir el tratamiento de seguimiento.

Parece que tanto en el caso de los dulces de Halloween como en el de la colonoscopia, el quid de la cuestión está en el orden en el que suceden las cosas: los niños reciben primero una golosina mejor y después otra menos suculenta, o los pacientes son sometidos a un procedimiento que de inicio es muy desagradable pero termina con algo menos desagradable. En ambas situaciones, las experiencias no se valoran en su conjunto, sino que se tiene más en cuenta cómo acaban. Por lo tanto, vamos a valorar la experiencia más negativamente si empieza bien pero acaba peor que si algo empieza mal pero, finalmente, no termina tan terriblemente. Es la confirmación científica del dicho "bien está lo que bien acaba".

Según Worlford esto se debe a que cuando estamos en una situación dolorosa que se va aliviando, tenemos la sensación de que las cosas van mejorando. Estamos en el buen camino. Por el contrario, la sensación de pérdida se valora mucho peor y la sensación negativa inunda toda la experiencia, aunque en su totalidad sea incluso mejor que el otro caso.

 

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