Flores tardías

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Patricia Lanza

 

A todos nos sorprende cuando leemos en la prensa noticias como la que aparecía hace poco, en la que un joven de 17 años ganaba 30 millones de dólares cuando vendió su empresa tecnológica a Yahoo. Todos vemos a Nick D'Aloisio, este multimillonario adolescente, como un genio prematuro.

Pero también se da el caso contrario.

El término anglosajón "late bloomer" se podría traducir como "flor tardía" e inicialmente se usaba para denominar a niños o adolescentes que maduraban más tarde que el resto de sus compañeros. De este modo, esos niños requerían más tiempo que sus congéneres para desarrollar habilidades básicas como el lenguaje, la lectura, caminar, etc.

Actualmente también se utiliza este término para para referirse a aquellas personas cuyos talentos no se muestran al público en general hasta más tarde de lo habitual. En algunos casos, incluso, no se llega a este descubrimiento hasta que la persona se ha jubilado.

Posiblemente, muchas de estas personas tuvieron que ganarse la vida como pudieron o pensaron que al menos sería más seguro, y sólo cuando se vieron liberados decidieron dedicarse a lo que realmente les gustaba. Y llevaron a la práctica eso de "más vale tarde que nunca". Entonces pudieron "florecer".

 

 

Tenemos muchos ejemplos en la historia de personas que se han hecho famosas en un campo concreto estando ya más que "creciditas". Es bastante habitual que se dé este caso en actores. Gene Hackman no consiguió su primer papel importante hasta casi los 40 y 46 primaveras tenía Alan Rickman cuando saltaba a la fama por la película "La jungla de cristal". Y nadie sería capaz de recordar, por ejemplo, a Morgan Freeman o a Paco Martínez Soria de jóvenes, porque su éxito llegó cuando ya eran maduritos. Pero no son los únicos late bloomers. También encontramos otros profesionales del Séptimo Arte como Alfred Hitchcock, que dirigió sus mejores películas entre los 54 y los 61.

Escritores de la talla de Cervantes o Bram Stoker no publicaron sus obras maestras hasta pasados los cincuenta años. Pero podemos encontrar ejemplos en todos los ámbitos artísticos: pintores como Cezanne y Van Gogh, cantantes como Leonard Cohen...

Científicos como Alexander Fleming no sólo hicieron tarde sus descubrimientos, sino que también recibieron tardíos reconocimientos (ganó el Premio Nobel con 64 años). Y Darwin tuvo que observar muchos años hasta que a los 50 escribió "El origen de las especies" con su teoría de la evolución.

También ha habido emprendedores que se han tomado su tiempo. El Coronel Sanders fundó Kentuky Fried Chicken con 65 años

Pero incluso encontramos sorprendentes historias de personas que con edades más que avanzadas deciden llevar a cabo proezas deportivas, como un maratón con 92 años (Gladys Burrill se convirtió en la mujer con más edad en terminar una maratón).

Lo interesante es que esto demuestra lo que ya habíamos apuntado en otros posts: que un perro, por muy viejo que sea, siempre puede aprender nuevos trucos. Ya está más que demostrado que no era cierta la teoría de que las neuronas morían y nunca se recuperaba lo perdido. Podemos seguir aprendiendo hasta el final de nuestros días.

Pero más allá de nuestra capacidad de aprendizaje hay un aspecto motivacional y actitudinal importante. Eso que nos mueve a seguir haciendo cosas. Incluso a descubrir nuevas aficiones y plantearnos nuevos retos siempre que podamos. Esa capacidad de no darnos por vencidos y seguir intentándolo a pesar de la edad y los posibles fracasos  iniciales. Porque nunca es tarde si la dicha es buena, y en cualquier momento de nuestra vida podemos conseguir ese éxito que tanto esperábamos o descubrir esa capacidad que nunca habíamos explotado.

Así que estas "flores tardías" nos tienen que servir como recuerdo de que nunca se deben abandonar los sueños, que nunca es tarde y que nunca debemos decir eso de: "Es que soy muy mayor para...".

 

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