La fábula de la vaca: ¿Qué se necesita para evolucionar?

El miedo a perder lo que tenemos es un gran obstáculo para conseguir lo que deseamos

 

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Nuria Fernández López

Esta es la historia de un aprendiz que partió en un viaje con su maestro y transformó su forma de ver las cosas.
Emprendieron el camino por los lugares más pobres de la comunidad hasta que llegaron a una casa a punto de derrumbarse. Era una casa muy humilde y daba un aspecto de total abandono. Ahí vivían ocho personas en diez metros cuadrados, dos abuelos, dos padres y cuatro hijos, con viejas prenda. Allí, en ese lugar pasaron la noche el maestro y su discípulo.


En medio de esa pobreza esta familia contaba con una posesión: una vaca.
Una vaca que con la escasa leche que producía, proveía a aquella familia con el poco alimento de algún valor nutricional. Pero más importante aún, esta vaca era la única posesión material de valor con que contaba la familia. Era lo único que los separaba de la miseria total.

Al día siguiente, muy temprano y sin despertar a nadie, los dos viajeros se dispusieron a continuar su camino. Salieron del hogar y antes de emprender la marcha, el maestro le dijo a su discípulo: "Es hora de que aprendas la lección que has venido a aprender".
Sin que el joven pudiese hacer nada para evitarlo, el anciano sacó una daga que llevaba en su bolsa y mató la pobre vaca que se encontraba atada a la puerta de la vivienda, ante los incrédulos ojos del joven.


Maestro, dijo el joven: "¿Qué has hecho? ¿Qué lección es ésta, quien eres tú para dejar a esta familia en la ruina total? ¿Cómo has podido matar esta pobre vaca, que representaba lo único que poseía esta familia?"
Haciendo caso omiso a los interrogantes del joven, el anciano se dispuso a continuar la marcha, y maestro y discípulo partieron sin poder saber qué suerte correría aquella familia ante la pérdida de su única posesión.


Durante los siguientes días, una y otra vez, el joven era confrontado con la idea de que, sin la vaca, aquella familia seguramente moriría de hambre.


Un año más tarde, los dos hombres decidieron regresar nuevamente por aquellos senderos a ver qué suerte había corrido aquella familia. Buscaron la humilde posada nuevamente, pero en su lugar encontraron una casa grande. Era obvio que la muerte de la vaca había sido un golpe demasiado fuerte para aquella familia, quienes seguramente habían tenido que abandonar aquel lugar y ahora, una nueva familia, con mayores posesiones, se había adueñado de aquel lugar y había construido una mejor vivienda.


¿Adónde habrían ido a parar aquel hombre y sus hijos? ¿Qué habría sucedido con ellos? Todo esto pasaba por la mente del joven discípulo mientras que, vacilante, se debatía entre tocar a la puerta y conocer la suerte de los antiguos habitantes o continuar el viaje y evitar confirmar sus peores sospechas.


Cuál sería su sorpresa cuando del interior de aquella casa salió el hombre que un año atrás habitaba en esa vivienda. ¿Cómo es posible? preguntó el joven. Hace un año en nuestro breve paso por aquí, fuimos testigos de la profunda pobreza en que ustedes se encontraban. ¿Qué ocurrió durante este año para que todo esto cambiara?
Ignorante del hecho de que el discípulo y su maestro habían sido los causantes de la muerte de su vaca, el hombre relató cómo, el mismo día de su partida, algún maleante, envidioso de su vaca, había degollado al animal.


El hombre continuó relatándole a los dos viajeros cómo su primera reacción ante la muerte de la vaca había sido de desesperación y angustia. Por mucho tiempo, la vaca había sido su única fuente de sustento. El poseer esta vaca le había ganado el respeto de sus menos afortunados vecinos, quienes envidiaban no contar con tan preciado bien.


Sin embargo, continuó el hombre, poco después de aquel trágico día, decidimos que a menos que hiciéramos algo, muy probablemente, nuestra propia supervivencia estaría en peligro. Así que decidimos limpiar algo del terreno de la parte de atrás de la casucha, conseguimos algunas semillas y decidimos sembrar vegetales y legumbres con los que pudiésemos alimentarnos.


Después de algún tiempo comenzamos a vender algunos de los vegetales que sobraban y con este dinero compramos más semilla y comenzamos a vender nuestros vegetales en el puesto del mercado. Así pudimos tener dinero suficiente para comprar mejores vestimentas y arreglar nuestra casa. De esta manera, poco a poco, este año nos ha traído una vida nueva.


El maestro, quien había permanecido en silencio, prestando atención al fascinante relato del hombre, llamó al joven a un lado y en voz baja le preguntó:
¿Tú crees que si esta familia aún tuviese su vaca, estaría hoy donde ahora se encuentra?

 

En ocasiones nos aferramos a cosas, personas o lugares que nos brindan seguridad y comodidad sin darnos cuenta que al mismo tiempo que nos dan seguridad, nos limitan y nos atan, nos impiden ver que hay muchos otros caminos que nos permiten desarrollarnos y utilizar nuestras habilidades para mejorar lo que somos y/o tenemos.
Si el miedo a la búsqueda de nuevas sensaciones y experiencias nos lleva a elegir una alternativa como la única posible en la vida, un cambio radical y temido, será el único aliado que nos permitirá descubrir la verdadera esencia que hay dentro de nosotros mismos.

Los hábitos, las rutinas, el miedo a lo desconocido y al cambio, nos limitan, pertúan e impiden divisar el amplio mundo de posibilidades que nos rodea, que tenemos a nuestro alcance y que sólo confrontamos cuando las circunstancias se imponen.

 

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