Sed de piel

El distanciamiento social es la condición de ser separado de otros individuos.

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Nuria Fernández López

 

Desde que comenzó la pandemia, en mayor o menor grado según ha ido evolucionando, aislamiento y distancia física son dos de las recomendaciones básicas. Esto, que puede parecer o parecía, algo sencillo a priori, no ha estado exento de problemas, dificultades y consecuencias bastante tristes y dramáticas en muchos casos.
Algo que nos define como especie y como cultura en el caso de España es la necesidad en mayor o menor medida, de contacto social, de proximidad, de cercanía.
Lo que en psicología se denomina "sed de piel", o "sed de contacto", no es otra cosa que esa necesidad de contacto físico del ser humano.
Los científicos empezaron a investigar la "sed de piel" poco después de la Segunda Guerra Mundial. En unos controvertidos experimentos llevados a cabo por el psicólogo norteamericano Harry Harlow, se separó a macacos Rhesus bebés de sus madres y se les ofreció la opción de elegir entre dos sustitutos inanimados: uno hecho de alambre y madera y, otro cubierto de tela. Los bebés de mono preferían abrumadoramente el abrazo del sustituto de tela, incluso cuando era la madre de alambre la que sostenía un biberón de leche. A partir de esto, Harlow dedujo que los macacos bebé necesitaban de sus madres, algo más que nutrición para sobrevivir.
Otro experimento bastante cruel, llevado a cabo en este sentido, y con cuestionamiento ético por todos lados, aunque no sé si la ética en esa época se estilaba mucho, es el llevado a cabo por Federico II de Hohenstaufen (1194-1250), quería descubrir cuál era el idioma original de la Humanidad, para lo que entregó a un grupo de bebés a unas enfermeras con la instrucción de que debían alimentarlos, bañarlos pero no podían hablar, abrazar o arrullar a los bebés. La terrible consecuencia es que no pudo averiguar nada a cerca de la cuestión que investigaba ya que todos los bebés murieron, al parecer por falta de contacto físico.
Por otro lado los investigadores del MIT se preguntaron qué ocurre en nuestro cerebro en una situación de aislamiento social. Para ello diseñaron un experimento en el que pidieron a varios voluntarios que se encerrasen durante diez horas en una habitación, diez horas de encierro sin poder salir y sin ver a nadie. A pesar de que pueda parecer poco tiempo, fue suficiente para alterar el funcionamiento cerebral de los sujetos que participaron.
Y ... muchos otros trabajos apuntan a que el aislamiento social tiene efectos debilitantes sobre la salud física, y a menudo se asocia con depresión, agresividad, apatía, miedo, insomnio, ansiedad, estrés, etc.
Siendo imprescindible abordar el tema médico en primera instancia, no deben perderse de vista las importantes implicaciones emocionales y psicosociales que la pandemia también está ocasionando. En nuestra naturaleza esta la interacción social, somos seres sociales y relacionales, el concepto de aislamiento social va en contra de nuestra propia naturaleza, es por ello que ya los servicios de salud mental vienen avisando del importante aumento de demandas relacionadas con problemas de índole psicologica.
La sociabilización influye de manera determinante en nuestra salud, y cuando se reduce el contacto físico y la comunicación interpersonal, "nos pasa factura". El contacto físico activa una serie de mecanismos fisiológicos que contribuyen a nuestro bienestar emocional. En concreto, disminuye la producción de cortisol (hormona relacionada con el estrés), aumenta la producción de oxitocina (hormona relacionada con el afecto), aumenta los niveles de serotonina (produciendo un efecto relajante), además de disminuir la presión sanguínea y el ritmo cardíaco, y fortalece el sistema inmune.
Lo importante es que no lo dejemos pasar, desde siempre la salud mental ha estado en segundo, o ningún plano, esta situación nos hace especialmente vulnerables a todos, debemos estar atentos, y sin ningún tipo de vergüenza hablar de ello y solicitar ayuda cuando sea necesario.

 

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