A rastras con el cambio horario

Se habla mucho de los efectos del jet lag pero no es necesario cambiar de continente para que los cambios de horario nos perjudiquen física y mentalmente.

 

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Patricia Lanza

Hace unos días se produjo el cambio de hora al horario de verano. Esa simple acción de mover la aguja del reloj una horita tiene más repercusiones de las que a veces pensamos.

El cambio de horario se lleva a cabo con el fin de ahorrar energía, pero quizás se minusvaloran las consecuencias que este simple gesto tiene para el cuerpo.

Todas las actividades de los seres vivos están reguladas por unos ciclos: los ritmos biológicos. Así, por ejemplo, la respiración, las secreciones hormonales, el ciclo menstrual... se repiten con frecuencias bastante regulares. La cronobiología es la disciplina que se dedica a estudiar estos ritmos biológicos.

Los ciclos que se repiten cada 24 horas aproximadamente se denominan ritmos circadianos, y están relacionados con la rotación de la Tierra y otros aspectos externos como la luz, la temperatura, etc.

Tan condicionados estamos por este ciclo de 24 horas que hasta los signos y síntomas de muchas enfermedades incrementan a determinadas horas del día (por ejemplo, los ataques cardiacos suelen producirse entre las 7:00 y las 12:00 y las migrañas aumentan entre las 6:00 y las 12:00).

Es normal, porque las funciones de nuestro organismo varían a medida que avanza el día: la presión arterial, función renal y la frecuencia cardiaca son más elevadas por la noche, mientras que la temperatura corporal es más alta por la tarde y baja por la noche para favorecer el sueño.

Y es que, en lo que se refiere al cuerpo, todo tiene su momento:

  • 2 a.m.: entramos en sueño profundo.
  • 3 a.m.: es el pico más alto en los procesos de reparación del organismo. Por eso es tan importante dormir: nos recargamos.
  • 5 a.m.: momento de menor temperatura corporal.
  • 8 a.m.: aumentan los movimientos del vientre (el famoso momento All-bran).
  • 9 a.m.: mínimo peso corporal (a tenerlo en cuenta si se está haciendo dieta).
  • 10 a.m.: las funciones de alerta están al máximo.
  • 12 a.m.: mejora el estado del ánimo (momento idóneo para hacer la pausa de la mañana y charlar con los compañeros).
  • 3 p.m.: hora ideal para una mini-siesta.
  • 5 p.m.: máxima eficiencia cardio-respiratoria (situación inmejorable para hacer ejercicio).
  • 6 p.m.: la función gustativa está al máximo (hora de una buena merienda).
  • 9 p.m.: comienza a descender la temperatura e incrementa la secreción de melatonina. El cuerpo se está preparando para dormir.

Hemos variado la hora. Un cambio de 60 minutos que tiene consecuencias para nuestro ritmo biológico. Entre estas consecuencias: somnolencia, irritabilidad, reducción de la atención y la memoria, malestar general, fatiga, cambios en el estado de ánimo, trastornos gástricos... Todo ello redunda en un descenso del rendimiento y la productividad. Y no sólo eso: se produce un incremento del número de errores y, con ello, de accidentes.

¡Todo esto sólo por 1 hora! Así que os podéis imaginar las consecuencias del jet lag o de los turnos rotativos para las personas que lo sufren a menudo.Pero, como decía antes, a veces no es necesario irse a extremos. Pensemos en las consecuencias que tienen determinados comportamientos bastante habituales, por otra parte, a los que no solemos dar ninguna importancia. 

A lo largo de la semana llevas una vida bastante ordenada: te levantas sobre las 7, a las 8 estás desayunando y a las 12 te tomas un café con algo de picar para aguantar hasta las 14:30, hora a la que comes. Después de salir del trabajo, alrededor de las 19:00 haces un poco de ejercicio. Cenas a las 21:30 y a las 23:00 estás en la cama, prácticamente dormido.

Pero llega el fin de semana y las cosas cambian un poco.

El viernes sales con los amigos y te acabas acostando a las 4:00 (pasado el momento en el que el cuerpo alcanza el sueño profundo).  Por supuesto, no te levantas hasta las 12:00. Con muy buen humor, eso sí (siempre que no te excedieses con la bebida la noche anterior y tengas una importante resaca), te pones a desayunar.

Eso significa que es más que probable que no tengas hambre antes de las 15:00. Terminas sobre las 16:00 y te entra una modorra terrible porque, aunque hayas dormido suficientes horas, no lo has hecho en los momentos de máximo aprovechamiento para el cuerpo, así que notas el cansancio (ten siempre en cuenta que en lo que al sueño se refiere, lo importante no es tanto la cantidad como la calidad).

Si al final caíste en la tentación y te echaste una pequeña siesta, es posible que a la 1 ó 2 de la madrugada sigas sin sueño. Finalmente, te acabarás durmiendo, como pronto, a las 3 ó 4 de la mañana, con lo que, a esas alturas, tu ciclo estará ya totalmente descabalado. El domingo no hay quien se duerma y levantarse el lunes se convierte en una tortura.

¿Te suena?

También te habrás dado cuenta de que esto con los años va a peor. Normal, al cuerpo cada vez le cuesta más adaptarse a estas alteraciones porque se van produciendo cambios internos que lo dificultan. Por ejemplo, a partir de los 25 se reducen los niveles de secreción de melatonina, por lo que nos cuesta más dormir.

Así que escucha los mensajes de tu cuerpo y cuida la máquina, que no hay repuestos.

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