Mamá, yo quiero ser famosa

La sabiduría popular dice que los borrachos y los niños siempre dicen la verdad. Así que cuando un niño dice algo que te pone los pelos de punta, lo menos que puedes hacer es tomarlo en serio.

 

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Patricia Lanza

Hace poco, alguien nos comentó que cuando intentaba convencer a unos niños en clase de la importancia de estudiar, la contestación fue: "Para qué vamos a estudiar si Belén Esteban no ha estudiado y es famosa". ¿Qué contestas a eso?

Y lo malo no es que lo diga un niño, sino que el niño lo dice porque está reflejando los valores que imperan en esta sociedad.

Y es que ha pasado mucho tiempo de eso de "Mamá, yo quiero ser artista". Ahora esa frase se ha convertido en "Mamá, yo quiero ser famoso". ¿Y cómo se consigue ser famoso? Está claro que descubriendo la vacuna del SIDA no.

¿Cuánta gente podría reconocer a Saul Perlmutter , Brian P. Schmidt,  Adam G. Riess, Bruce A. Beutler, Jules A. Hoffmann, Ellen Johnson-Sirleaf, Leymah Gbowee o Dan Shechtman, por ejemplo? La mayoría de las personas a las que preguntásemos seguramente no sabrían ni quiénes son, así que como para conocer sus caras. Y sin embargo, son algunos de los últimos premios Nobel. Personas cuyos trabajos han supuesto un importante avance en la medicina, la física, la paz...

 

 

Sin embargo, ¿cuántas veces aparecen en los medios de comunicación Belén Esteban, Paquirrín, Paris Hilton...? Personas sin "oficio ni beneficio" conocido que... ¿qué han hecho por la Humanidad?

Y, ¿cómo han conseguido estas personas que no han hecho nada relevante en la vida semejante celebridad?

La sociedad actual ha favorecido un fenómeno que antiguamente hubiera sido inviable: hacerse famoso por el mero hecho de salir en los medios de comunicación. Y tanto esta búsqueda de popularidad como el interés desmedido del público por estas "celebridades" han sido analizados por la Psicología.

El hecho de que los seres humanos, gracias al lenguaje, seamos la única especie capaz de adquirir información sin experiencia directa favorece que nos podamos conocer únicamente por nuestra reputación. Así, la imagen que proyectamos hacia los demás puede incrementar o reducir nuestra popularidad frente a otros, incluso sin estar presentes.

Esto es vital en lo que a la vida pública se refiere. A través de los medios de comunicación, redes sociales, etc., se hable sobre estos personajes. Cuanto más se hable (incluso aunque sea mal) más popular será la persona. Así que se trata de lograr ser conocido y luego mantenerse en boca de todos. Y para lograr ser conocido simplemente hay que introducirse en determinados ambientes y/o pegarse a ciertos personajes. A partir de aquí, la fama "se contagia.

El sociólogo de la Universidad de Princeton, Matthew Salganik llevó a cabo un estudio en el que trataba de averiguar en qué se basaba el éxito de determinadas canciones frente a otras. El resultado fue: el contagio. Es decir, tendemos a elegir lo que eligen las personas que son afines a nosotros. Con esta misma base, las personas que adquieren una determinada reputación para nosotros lo hacen porque para las personas cercanas a nosotros tienen también esa reputación.

Pero para ser famoso hay que valer. Según el psicólogo Mark Snyder, de la Universidad de Minnesota, las personas que constantemente vigilan su conducta para controlarla y ajustarla al efecto que desean provocar en cualquier situación, son los mejores candidatos a lograr la fama. Se trata de anteponer lo que se piensa que va a crear un mejor efecto en los demás, sobre lo que responderíamos naturalmente. Por el contrario, las personas espontáneas que se muestran tal y como son sin intentar caer bien a todo el mundo ni "autopromocionarse", difícilmente serán famosos.

Esta capacidad para adaptar el lenguaje y la comunicación no verbal a los demás, con el fin de agradar e incrementar la propia popularidad se manifiesta desde la infancia.

Pero ser popular tiene también sus consecuencias. Jean-Sébastien Fallun, profesor de psicoeducación de la Universidad de Montreal, descubrió mediante sus investigaciones que los jóvenes más populares eran, a su vez, los que mostraban mayor adicción a las drogas. El tema no es que sean admirados por consumir drogas, sino que adquieren la popularidad por otros motivos y acaban consumiendo con la intención de mantener esa notoriedad.

Por desgracia, no son pocos los ejemplos que últimamente avalan la relación entre fama y drogas y el resultado de esta combinación. No sé si este argumento nos servirá a la hora de enfrentarnos a eso de "quiero ser famoso" pero, desde luego, hace plantearse si no vale la pena ser un anónimo más.

 

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