Por el miedo a cambiar

 

Dicen que "más vale tarde que nunca" y que "nunca es tarde si la dicha es buena". Como también dicen que "rectificar es de sabios".

 

 

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Patricia Lanza

 

Hace un par de semanas fue la gala de los Oscar. Yo, que voy con un poco de retraso, me decidí a ver "The Artist", la gran ganadora de 2012. Así que aquí es donde viene lo de "nunca es tarde...".

No la había visto antes porque no me llamaba nada la atención. Es más, me parecía que una película muda y en B/N, a estas alturas, no iba a ser santo de mi devoción. Aquí es donde aplica lo de "la dicha es buena", porque me alegro de finalmente haber escuchado a los que me decían que le diera una oportunidad ya que he de reconocer que me ha encantado. Así que también aplica lo de "rectificar".

Y rectifico porque llevada por mis prejuicios no consideré que cuando la creatividad prima, se pueden hacer cosas increíbles, diferentes, entretenidas, llamativas... (y pongamos aquí muchos más adjetivos) con unos recursos aparentemente limitados. Aunque en este caso he de decir que la limitación (como suele ocurrir en muchos casos), venía más por mis prejuicios que de los propios recursos. Y que yo haya caído en esto tiene delito porque, a estas alturas, y con unos cuantos cursos de comunicación a mis espaldas, debería saber que en muchas ocasiones se dice mucho sin palabras. A veces más que con ellas. Y si, además, se han suplido con creatividad ni siquiera se echan de menos. Como decía Mandela: "todo parece imposible hasta que se hace".

 

 

Pero más allá de sus recursos artísticos (que recalco que son increíblemente originales), la película me ha gustado por su mensaje. Por cómo muestra a lo que podemos llegar cuando, por miedo o por orgullo, nos resistimos al cambio. Cuando, por miedo o por orgullo, negamos la realidad y seguimos aferrados a nuestras viejas formas de hacer. Esas con las que nos sentimos cómodos y que, hasta el momento, nos habían dado buenos resultados. Y así, ahora, cuando las cosas claramente son distintas, somos capaces de seguir dándonos cabezos contra la realidad por no dar nuestro brazo a torcer o por miedo a no saber adaptarnos y no obtener el éxito al que estábamos acostumbrados.

La película nos muestra las consecuencias de un orgullo que nos puede hundir poco a poco. Y el que más o el que menos se podrá ver reflejado en la tozudez del protagonista por seguir haciendo las cosas a la vieja usanza, en no querer escuchar los consejos de otros porque no somos capaces de asumir que podemos estar equivocados o, simplemente, en lo que nos cuesta aceptar una mano amiga que nos brinda apoyo cuando más lo necesitamos porque somos excesivamente orgullosos.

Porque es difícil saber qué es más complicado: si aceptar que las cosas han cambiado, si adaptarnos a esos cambios o si lo que más difícil nos resulta es reconocer que nos habíamos equivocado y, por tanto, ser capaces de rectificar. De ser lo suficientemente humildes para reconocer que necesitamos ayuda y aceptarla, ya ni hablo.

 

 

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