Todo o nada

Si la vida no es todo o nada, ¿por qué actuamos como si lo fuera?

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Patricia Lanza

Quiso la casualidad que justo al día siguiente de ver un programa sobre distintos tipos de dietas que no incluyen carne me topara con una entrevista a Jonathan Safran Foer sobre su último libro: "Comer animales". Así que la leí con más interés del normal.

En dicha entrevista daba argumentos de por qué nos deberíamos hacer vegetarianos. Pero yo no voy a entrar a debatir las razones por las que alguien se hace vegano o frugívoro, ni si éstas son más o menos acertadas. Lo que me llamó la atención de la entrevista fue un punto que él resaltaba. Comentaba el caso de cómo algunos vegetarianos que llevaban siéndolo años, se habían visto obligados a comer un sándwich de pollo en una situación concreta y esa transgresión había supuesto el final de su vegetarianismo.

Al hablar de cómo las personas tendemos a ver las cosas en términos de todo o nada, comentó también el caso de un crítico gastronómico que, consciente de lo que supone el consumo de carne, había decidido ser vegetariano sólo hasta las 6 de la tarde. A partir de esa hora se permitía todos los caprichos carnívoros que quisiera. Muchos tildarán esto de hipócrita o absurdo, pero él argumentaba que esa medida suponía una reducción de al menos el 50% en la cantidad de carne ingerida por él. Ya es algo. Desde luego, menos que nada. Y si más gente se uniera a esa iniciativa, el impacto ya sería más que considerable.

Vamos, que algo es mejor que nada y que, además, un algo multiplicado por muchas personas ya va teniendo más consistencia. Pero como tenemos esa tendencia a pensar en términos de "todo o nada"...

Yo confieso que soy de esas personas que después de una buena comida me tomo una tarta de chocolate de 3 pisos y luego acabo con un té para el que pido que en lugar de azúcar me traigan sacarina. ¿Hipócrita? Hasta hace poco pensaba que sí, pero luego empecé a pensar que si bien era cierto que acababa de ingerir unas 2000 calorías y que, por tanto, las 40 calorías aproximadas que tienen dos cucharaditas de azúcar no iban a empeorar mucho la cosa, tampoco tenía mucho sentido decir "total, qué más da" e incrementar 40 calorías más. Siempre será mejor 2000 que 2040. Y, por supuesto, si esas dos cucharaditas de un té, se convierten las 10 que vendrían de tomar 5 infusiones (que es mi media diaria), ya son 2200.

En resumen, que tenemos mucha tendencia al todo o nada y, sobre todo, al "de perdidos al río". Así que nos pasamos el día diciendo cosas como: "Total, si la semana que viene no voy a poder hacer ejercicio, me quedo también ésta en el sofá"; "Total, si ya empiezo la dieta el lunes, ¿qué más da que en estos tres días que quedan coma por cinco?"; "Total, si ya he perdido una clase hoy, qué más da que no vaya en todo el mes"...

Pero, si cerca de tu casa no hay un contenedor de papel, quizás sea mucho pedir que lo vayas guardando para llevarlo al punto limpio pero, ¿por qué no puedes al menos reciclar el plástico? De nuevo, siempre será mejor algo que nada.

Quizás si en lugar de ver las cosas en términos de todo o nada fuéramos algo más indulgentes con nosotros mismos y tomáramos las "pequeñas infracciones" simplemente como un pequeño desliz y las "pequeñas contribuciones" como un granito de arena en nuestra mejora personal o en la de la sociedad en general, podríamos dejar de sentirnos hipócritas para sentirnos mejor con nosotros mismos, a la vez que realmente contribuiríamos a mejorar.

Porque no vale la pena echar por tierra todo el esfuerzo realizado por un pequeño traspiés. Como tampoco tiene sentido no contribuir a una buena causa, aunque la contribución sea mínima. Por suerte o por desgracia la vida no es cuestión de todo o nada, así que no nos la tomemos así. 

 

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