Reevaluando prioridades

Hay momentos para todo. Algunos son los ideales para reevaluar nuestras prioridades y la situación en la que estamos.

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Patricia Lanza

Que la publicidad busca llamar nuestra atención está claro. Que muchas veces trata de hacerlo tocándonos la fibra sensible es obvio también. Lo cierto es que a veces lo consigue. Y a veces lo logra porque, como sucede en muchas ocasiones, la realidad supera a la ficción.

La ONG Educo se dedica a la defensa de la infancia. En estas fechas y en la situación en la que nos encontramos, uno de sus programas más relevantes es el de becas de comedor porque, aunque también haya fondos destinados a países como India, Burkina Faso o Ecuador, es innegable que en nuestro propio país, a la vuelta de la esquina, hay personas que lo están pasando mal.

Cuando ves el anuncio que ha realizado Educo para hacer conocer su programa de becas de comedor se te parte el alma. Pero más aún cuando te enteras que se basa en una historia real. La historia de una madre que escribe con su hija de 10 años la carta a los Reyes Magos sabiendo que este año no harán parada en su casa porque desde que se quedó en paro la cosa está muy mal. Y la niña, que intuye lo que hay (más bien lo que no hay), sólo pide una cosa: que no le falte nunca un plato de macarrones, su comida favorita.

Podríamos pensar que es un recurso fácil, tirar de sensiblería para llamar la atención. Pero lamentablemente, no es un recurso, es la realidad. Y son estos golpes de bruces contra la realidad los que de vez en cuando nos ponen los pies en el suelo y nos sirven para reevaluar nuestras prioridades. Lo que es importante y lo que no. Nuestra situación. Porque seguramente todos tenemos problemas. Y seguro que alguno de ellos es importante. Y no se trata de consolarse pensando que hay gente que está peor. Sólo se trata de evaluar si eso que hoy no nos deja dormir es algo que mañana (o dentro de un mes o un año) nos seguirá preocupando. Porque si no es así, seguro que no es tan importante. Y si realmente lo es, el siguiente paso será ver con qué recursos contamos para afrontarlo. Es posible que sean más de los creemos. A veces el problema lo vemos más grande porque lo miramos de forma global y se nos hace un mundo. Dividiéndolo en pasitos, objetivos más manejables, es posible que lo podamos afrontar con más facilidad y nos genere menos ansiedad. Pequeñas metas que nos permiten avanzar.

Y si no tiene solución, como dice el dicho, no deberíamos preocuparnos. Pero como quitarnos de la cabeza lo que nos agobia resulta muy difícil, quizás el ayudar a otras personas nos sirva para sentirnos un poco mejor. Sólo quizás. Pero, en cualquier caso, seguro que daño no nos hace.

 

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