La triple plaga: terremoto, maremoto y crisis nuclear

Japón asombra al mundo con su comportamiento ante una situación que en cualquier otro lugar sería basicamente caótica.

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Nuria Fernández López

No sé si a vosotros os habrá pasado lo mismo, pero no he podido dejar de reflexionar a cerca de cuanto de cultural hay en el comportamiento humano, a raíz de la tan difícil situación por la que atraviesa Japón es estos momentos.

Algo que ha sorprendido al mundo es  el COMO el pueblo japonés ha respondido a la triple catástrofe que está afrontando. A mi personalmente me ha  sorprendido la calma,  el orden,  la falta de llanto,  la solidaridad, la disciplina, las emociones no expresadas.

Parece que ya desde la cuna aprendiesen el anímate y esfuérzate. Quizá por ello consigan renacer de sus cenizas, y situarse como una potencia económica después de sufrir la devastación de las bombas atómicas. El pueblo japonés asume sus desgracias como parte de la vida con un orden y disciplina que desde occidente resultan de lo más sorprendente.

Las raíces de su comportamiento hay que buscarlas en su cultura que se alimenta de sus tradiciones religiosas y sociales,  entre las que destaca el código de los antiguos samurais que buscaban la excelencia en el cumplimiento  de siete virtudes: rectitud, coraje, benevolencia, respeto, honestidad, honor y lealtad.

Tal vez esto explique que transcurrida ya más de una semana de la triple catástrofe: terremoto, maremoto y crisis nuclear,  el mundo se asombre de no ver una situación de caos, previsible en cualquier otro lugar  con imágenes violentas, de huidas, asaltos, y caos generalizado.

 

En japón  la base de la sociedad es el esfuerzo en bien de la colectividad. Para occidente puede llegar a resultar incomprensible  el sacrificio de quienes en estos días trabajan sin descanso para  reducir los niveles de radiación en la planta de Fukushima.

Otro aspecto que llama poderosamente la atención es el orden,  colas interminables en las que nadie se cuela, tiene mucho que ver con un aspecto cultural. El hecho de que convivan tantos seres humanos (35 millones en Tokyo)  obliga al orden por propia supervivencia.

Y en el terreno de las emociones,  pensar por un momento cuántas imágenes habéis visto de personas mostrando expresiones emocionales abiertamente, yo dos o tres, puedo recordar. Los japoneses no airean sus penas,  no está bien visto mostrar el sufrimiento en público. Por el contrario, hacen ostentación de las emociones positivas. Su sonrisa permanente es una prueba de ello. También me ha impresionado el respeto que los equipos de rescate mostraban hacia los cadáveres, parándose unos segundos a honrarlos,  algo que difiere mucho de otras imágenes que hemos recibido de distintas partes del mundo con cadáveres amontonados en cualquier lugar. 

Es obvio que estos comportamientos tan interiorizados ayudan al afrontamiento y manejo de una situación tan dramática como la que están viviendo, a lo que habría que sumarle, los muertos, los desaparecidos, los desplazados. El orden, la disciplina, el respeto, la confianza, el cumplimiento de lo que debe ser son virtudes con un valor incalculable en este tipo de situaciones.

Claro está que todo tiene una cara y una cruz. Que en este caso estamos viendo la cara, pero que todas estas virtudes en esta situación y contexto, tal vez en otra situación y contexto no resulten tan adaptativas.

Ayer mismo, oía a un estudiante japonés en una universidad española diciendo que una de las cosas que más  le habían sorprendido de su propio comportamiento, había sido su falta de iniciativa en relación al resto de sus compañeros, él lo consideraba algo cultural.

Estoy convencida que habrá muchos estudios que se realizarán a cerca de cómo los japoneses han afrontado y gestionado esta crisis. Tal vez ese sea el momento para  con una cierta perspectiva hacer un valoración más objetiva y precisa de todo lo que en este momento estamos viviendo.

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