Por qué esperar a que sea demasiado tarde

A veces sólo somos capaces de reaccionar cuándo recibimos una noticia que nos impacta fuertemente.

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Nuria Fernández López

Las distintas situaciones de interacción personal en las que nos encontramos en el día a día son una interesante fuente para el análisis  del comportamiento humano.

La observación en estos casos suele ser una buena técnica de recogida de información.

Sin ir más lejos, hace un par de días me encontraba en una reunión en la que presencié una conversación en la que varias personas se lamentaban por la mala fortuna de una tercera, que estaba pasando por un proceso de quimioterapia. Era una persona joven, con lo que el pesar suele ser mayor. A raíz de dicha situación, no tardaron en aparecer los típicos comentarios: "si es que nos preocupamos demasiado por tonterías y dejamos de lado lo importante", "si es que la vida son dos días", "estas cosas siempre le hacen a uno plantearse muchas cosas",  "cosas así me hacen sentir un afortunado".

Visto desde fuera, resultaban bastante predecibles todo ese tipo de planteamientos y reflexiones, por supuesto siempre a posteriori de los acontecimientos. Primero sucede el hecho y luego sobrevienen las reflexiones transcendentes.

Mi reflexión iba en otra línea. Más bien me preguntaba por qué nos cuesta tanto reaccionar antes de que se produzcan las situaciones. Obviamente, en un caso de una enfermedad así, no se puede reaccionar antes, pero hay multitud de situaciones que solamente afrontamos cuando nos enfrentamos al desastre. Somos capaces de llevar a cabo comportamientos que sabemos nos perjudican, y aún así esperamos a que por una cuestión mágica no vayan a tener consecuencias negativas, o lo que es mejor todavía, que tengan consecuencias para otros pero no para nosotros.

Es hasta posible, que en alguna ocasión nos hayamos librado de dichas consecuencias, pero es totalmente posible y probable que esa sea la excepción.

Todas aquellas personas expresaban su intención de cambiar algunos aspectos de su vida a raíz de la noticia de lo que había sucedido a su amigo, giro que no se habían planteado previo a conocer ese hecho.

Tal vez muchos de esos cambios lleguen ya tarde, es posible que ya se hayan pasado puntos de inflexión o no retorno.

¿No sería mejor estrategia no encontrarse al borde del precipicio para decidir cambiar de camino?.

Es posible que muchas personas no sean consciente de a donde le llevan determinados comportamientos o actitudes, pero estoy convencida que otras muchas tiene suficiente capacidad de análisis para saber que hay cosas o comportamientos en su vida que no funcionan, pero que aún así siguen manteniendo.

El ser espectador de dicha conversación, me llevó a plantearme una vez más, por qué esperar a que sea demasiado tarde. Por qué no empezamos hoy mismo a deshacernos de todos los lastres que llevemos colgando. Por qué tenemos que esperar a recibir noticias que nos den una fuerte sacudida  para tomar una decisión de cambio.

El cambio es un reto, un desafío, da vértigo y miedo en muchos casos pero superado ese primer momento, sin duda las cosas irán a mejor.

 

 

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