La ley de reciprocidad y la corrupción

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José Luis Bueno Blanco

¿Hay alguien que no sea corrupto? ¿Hay alguien que no sea corruptible? Desde luego, asistiendo a la situación actual, uno llega a dudarlo. Por salud mental y fisiológica voy a pensar que no todo el mundo es corrupto. Aunque por prevención, voy a pensar que todo el mundo es corruptible.

Y si todos somos corruptibles, presuntamente, protencialmente, bajos ciertas circunstancias, ¿cómo da uno el salto? ¿cómo cruza la raya? Seguramente existan muchas hipótesis que den respuesta a estas preguntas. Yo voy a comentar una que considero es la más plausible.

Estoy seguro que hay personas que buscan posiciones de poder y de ascendencia para poder aprovecharse de la situación para beneficio propio más allá de las fronteras éticas y legales. De estas personas no quiero hablar. Quiero hablar de aquellas que en su día tenían sus valores, sus principios, sus normas éticas y en un momento dado se encontraron con las manos sucias, incluso preguntándose ¿cómo he llegado aquí?.

La corrupción es una larga escalera en la que uno va subiendo de peldaño en peldaño, poco a poco. Al principio de la escalera con acciones corruptas pero de poca trascendencia subiendo cada vez más en las leyes quebrantadas, las morales quebradas y las cuantías materiales. ¿En qué escalón comienza uno a ser corrupto? En el primero. Una vez que subes el primer escalón estás cruzando la raya. Existe un antes y un después. A partir de ahí, cuántos escalones subas dependerá de las circunstancias que aceleren o no el ascenso, pero ya no importa a efectos conceptuales. 

El problema es que la subida de un escalón a otro es imperceptible. Uno no es un santo un día y al día siguiente estaba un millón de euros a los contribuyentes. Al igual que uno no pega un salto del primero al tercero. La energía y el esfuerzo que se necesitaría para subir de un golpe al tercero sería muy importante. Sin embargo ¿quién nota que está perdiendo energía cuando sube un escalón? Se nota si subes deprisa pero del primero al segundo no notas casi nada de esfuerzo. Sin embargo, del suelo al primer escalón si hay una diferencia, porque el primero marca un estado totalmente distinto, estás subiendo la escalera.

¿Y cómo comenzamos a subir? Una de las teorías que está detrás tiene que ver con la ley de reciprocidad. Está ley, manejada en el ámbito de la psicología social, viene a decir que cuando una persona nos ofrece "algo", a cambio de nada, aparentemente, nos sentimos obligados a corresponder a esa persona. Nos sentimos en deuda.  

Pues bien, una persona que se encuentra en una posición influyente, estoy seguro que está recibiendo constantemente favores, invitaciones, regalos, etc. Nada serio. Cosas inofensivas. Y tarde o temprano cede y accede. Y tarde o temprano le se encuentra con la siutación en que tiene que corresponder a esa "deuda" que ha adquirido. Y sin darse cuenta, ha ascendido al primer escalón.

Creo que el primer paso para no dejarte corromper es no subirte jamás a ese primer escalón, no darte permiso para cruzar al raya, no aceptar presentes que se convertirán en deuda a la que te verás obligado a corresponder. Evita caer en el poder de la ley de reciprocidad.

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