Del Motín de Esquilache al prohibido fumar

Dos maneras diferentes de reaccionar ante la imposición de una norma.

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José Luis Bueno Blanco

En la plazuela de Antón Martín, dos hombres se acercan a unos soldados que les dan el alto y a continuación la plaza se llena de gente armada que provocan la huida de los soldados. Así, el la mañana del Domingo de Ramos de 1766, comienza una revuelta popular que consiguió el exilio forzado del marqués de Esquilache, Secretario de Hacienda, y puso en peligro la figura real, Carlos III.

Conocido como el Motín de Esquilache, se originó a raiz de una serie de medidas impuestas a la sociedad para mejora de la misma.

Una de ellas trataba de erradicar en la Villa de Madrid el uso de la capa larga y el chambergo (sombrero de ala ancha) con el pretexto de que, embozados, los madrileños podían darse anónimamente a todo tipo de atropellos y esconder armas entre los ropajes. La propuesta era usar una capa corta y un tricornio como sombrero con la amenaza de 6 ducados de multa y doce días de carcel.

También existían otras razones para evitar la capa, en relación a la salud. Madrid era una de las capitales más sucia e insalubre del contiente y las calles estaban llenas de basrua y excrementos humanos y animales. La capa, que rozaba el suelo de tan larga que era, iba arrastrando y distribuyendo toda clase de virus y bacterias.

40.000 personas se echaron a la calle como consecuencia de la medida.

Dos siglos y medio después, en la misma plazuela de Antón Martín, se prohibe fumar en todos los bares y lugares públicos. Contamos hasta 3 y dejamos de fumar en todos los bares, cafeterías, restaurantes, pub´s, tascas, discotecas. Prohibido fumar. En España, donde solo en Salmanca hay más bares que en todo Holanda. ¿Y qué ocurre? Nada. La gente deja de fumar. Sin más. "Ya no se puede", "Qué le vamos a hacer". Exceptuando alguna anécdota aislada, masiva y globalmente, los fumadores apagan el cigarrillo antes de entrar en el bar. Algunos dicen que no es justo, otros que les va a venir bien. No hay revueltas (gracias a Dios).

Sin lugar a dudas, este hecho es digno de observar, analizar y debatir. ¿Qué lleva a un país entero (de fumadores) a respetar y seguir una norma a la primera? La gente no ha dejado de fumar porque vean que al vecino le han puesto una multa. No ha habido prácticamente ocasión de poner multas. Quizás la amenaza es lo suficientemente persuasiva. Pero realmente ¿se apagan los cigarrilos por miedo? O se apagan por civismo.

En cualquier caso, y tarareando la letra del tema de Mecano, "Entre gritos y pitos los españolitos, enormes, bajitos hacemos por una vez algo a la vez", podemos comprobar que somos capaces de hacer otra cosa más, a la vez, incluso veciendo al ansia que genera el no poder administrarnos nuestra dosis de nicotina en las situaciones habituales.

Me decía mi padre, fumador empedernido antaño, mientras comentábamos la jugada a partir del día 2 de enero: "En el fondo, la gente es dócil".

 

Motín de Esquilache, por Francisco de Goya.

 

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